Tuvo que
sentarse, no podía creer lo que veía; tanto dinero y era suyo!!! ¿De dónde
había salido? Desde pequeña esa cuenta estaba a su nombre; sus padres no habían
dicho nada nunca.
Recordaba el
momento en que se había ido de casa,
mejor dicho su madre le hizo elegir; o estudiaba lo que ella le decía o se iba…
Se fue, pasó necesidad, muchas veces se alimentó de pan y leche y no se arrepentía.
Es cierto que no había conseguido ser escritora, pero no le desagradaba su
trabajo y muchas veces fue su único refugio. En conseguir su sueño se rindió
pronto; ahora creía llegado el momento de intentarlo. Primero debería curarse
de la amargura que llevaba a cuestas como una mochila pesada. Con el afán de
controlar su vida; su madre le dio una base de idiomas, eso sí trabajando y eso
era una de las cosas que le agradecía.
La casa era
suya, alguna joya y todo lo que tenía dentro ese lugar de tan mal
recuerdo. Vender la casa no debía ser
difícil. Pensó que no le diría a su marido que la casa era suya, tampoco las
joyas. Con la cuenta personal de su
madre ya tenía suficiente. Para el todo lo demás sería oficialmente para la
iglesia. No le remordía la conciencia
en engañarlo.
Seguía
pensando en la cantidad de dinero de esa cuenta, recordando vagamente que
habían vendido la herencia de su padre, pero ¿todo se lo habían dado a ella? Y
todo eso era de de esa herencia? Siempre
pensó que su padre no tenía nada más que su trabajo.
Ahora no
necesitaba el dinero, antes si lo necesitó, pero sobrevivió y estaba orgullosa.
No había
sido buena hija, pero su madre tampoco fue buena madre y no quiso correr el
riesgo de ser una madre igual a la suya. Claro que lo que más inclinó la
balanza fue su marido; con ese no, nunca…
¿Dónde
estaba su lugar en el mundo? Cuál era su rincón?
Tranquilidad,
paz de espíritu; esa era su búsqueda por ahora.
El momento
se estaba acercando, pero con tranquilidad; sin prisa. Esperaría un poco más,
no mucho...
R.M.